7 de julio de 2010

Cúmulos Conectados

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Hay un cielo digital que amenaza tormenta. Una acumulación de nubes lógicas que suministran información y computación a todo aquél sediento de conocimiento. Borrascas que descargan un diluvio de herramientas y servicios para construir y nutrir nuestras granjas de aplicaciones. Cielos aplomados que quieren que contribuyamos a su propio desarrollo cumulonímbico.

Esta tormenta viene a quedarse. En vez de líquido nos ofrece inmaterial elemento, – información y conocimiento – para siempre, en cualquier lugar e independiente de la mineral quincallería que queramos utilizar para procesarlo. A cambio nos pide atontar nuestros poderosos computadores portátiles y personales. Sí, nos exige que se parezcan un poco más a aquellos terminales tontos de allá por los '80: teclados y monitores sin capacidad de computación ni de almacenamiento, que únicamente servían como interfaz de entrada y salida para enviar datos, dar órdenes o recibir resultados a/de una máquina remota compartida con múltiples usuarios.

¿No se lo creen? Pinchen → http://www.onlive.com/ . “Onlive” – es un ejemplo – ofrece experiencias de video-juego sin necesidad de consola o sistema específicos, siempre que uno quiera, en cualquier lugar en el que exista una puerta a la autopista. Para algunos, la única restricción contemporánea que será superada en breve es la velocidad de los canales de telecomunicación. Para otros, está restricción ya ha sido superada. Imaginen lo que sienten Sony, Microsoft o Nintendo ante la aparición de este tipo de servicios. Imaginen lo que sienten los usuarios ante la posibilidad de liberarse de su cautividad y bajar a una arena en la que ya no existen incompatibilidades inducidas por los soportes físicos.

“Onlive”, dicen, requiere del envío de tramas de video (720p) en tiempo real a través de los canutos de esa maraña que es internet. Muy exigente en cuanto a recursos pero ya realizable. El de los videojuegos en la nube vendrá a ser uno de los sectores más intensivos en el uso de recursos de computación y comunicación. ¿Qué pasará con otros sectores cuyo consumo, aunque intenso, es mucho menor? La respuesta, obviamente, ya que el futuro no es predecible ni depende de nuestras intenciones sino de nuestros actos, todavía no puede conocerse con certeza. El “cloud computing” está ahí, muchos ya lo usan, y para extender y generalizar el aborregado manto gris sólo falta crear la confianza necesaria entre quienes tienen que tomar las decisiones para adoptarlo.

Estos “decisores” referidos en el párrafo anterior, en su mayoría, no son tecnólogos. La decisiones a tomar caen en el entorno de los que definen y ejecutan políticas, sean éstas públicas o de carácter privado. Política, eso a lo que algunos osados también sitúan en el ámbito de la ciencia – “Ciencias Políticas”, …..., bueno, a Unamuno, gran amante de las paradojas, le encantaría – . Estas personas, señalaba, que deciden donde poner la genésica energía financiera deben saber de las implicaciones de tales adopciones. ¿Cuáles son? Una pista, una analogía: piensen en cualquier sector que suministre energía, en su cadena de valor, y saquen sus propias conclusiones. Estos señores, los primeros, que suelen manejar la pecuniaria energía que otros han logrado almacenar con mínima pérdida, deben decidir en que altura del río quieren colocarse. Deben saber qué muelles ya están ocupados, cuáles no y del esfuerzo de colocar uno nuevo donde hay poco espacio. Deben asegurarse de la imparcialidad del cauce que transporta el fluido, y, sobre todo, deben exigir la neutralidad de la lluvia que generan las nubes y alimentan el canal, puesto que éstas, las nubes, a diferencia de lo que ocurre en nuestra interpretada realidad, descargan bajo demanda, no siendo responsables de los puntuales desbordes. Sólo aquellos que, habiendo comerciado variedades de Nicotiana, descubrieron la propiedades de vacuidad y escurridiza volubilidad del producto de su combustión, sólo esos que proyectaron las mencionadas propiedades en su vida profesional obteniendo ilícito beneficio e impunidad, sólo esos, reyes de la conjura sistémica, piensan que pueden colocar presas al tsunami fluvial sin riesgo de inundación.