24 de enero de 2012

Derechos de autor, déjà-vu y telepatía

Imagen: flaticon en freepik.es

Viene de lejos. Nerviositos con el internet continúan los de la antigua economía. Normal. Toda materia organizada tiende al subjetivo y necesario pero a la vez mínimo consumo de energía, y a nadie le gusta que otros vengan a remover un estatus óptimo, alcanzado, probablemente, tras mucha lucha, esfuerzo e ingente uso de calorías. Tampoco la mayor parte de los seres humanos, sustancia excelentemente organizada, anhelan el cambio a modelos por explorar cuando el actual les acomoda y les agrada.

Pero también es cierto y ley de vida el combate por alcanzar la tierra prometida. Extrañarse de la situación de enfrentamiento que observamos en el mundo de los derechos de autor y propiedad intelectual, y su estrecha relación con el continuo avance de las tecnologías de comunicación, uno no debería. Viene de lejos. Más todavía.

¿Paradójico título?
Foto de amazon.com

En todo tiempo existieron los que catalogaban los avances tecnológicos como herejía, esgrimiendo que su uso, al fin de una industria o cultura, sin remedio conduciría. Mientras enfrente estaban los que en ellos vieron una oportunidad para, por fin, librarse de un modelo que los excluía, no consideraba ni dejaba trabajar.

Un “genio” de principios del XX se atrevió, cual agujero de ozono, a tildar de amenaza a la mecánica música reproducida por el entonces nuevo gramófono: “una cultura de aficionados desaparecerá y profesionales, que vivan de la música, surgirán”. Probablemente acertó y un nuevo mundo audio-sensorial se configuró. Años más tarde, los que habían hecho fortuna con el invento, ¡oh grandes nombres de la autoría!, con la radio, Belcebú particular, ahora sufrían: “No se puede competir con el todo gratis en estos días”, – me suena – . Todo lo contrario. La experiencia demostró que los agoreros de esta industria nada hacen por amor. Ironía.

Trumpstand para iPhone
Diseño basado en el gramófono

La televisión de pago se convirtió en diana. Ahora el peligro era el contrario. Los contenidos de la televisión gratis (la de los anuncios) competir con los de la de pago no podrían; un incierto mañana presagiaban las nuevas tecnologías . Pero el tiempo todo lo acomoda; fusiones, compras, ventas y absorciones reconfiguran predicciones, intereses y ambiciones.

Las cintas de vídeo y sus grabadores-reproductores conducirían al fin de una era. Quejas, demandas, presiones y penas para promover su eliminación de cualquier manera. Sin embargo la historia nos dice, que aquellos demandantes, con este invento, compraron hasta diamantes, ¡manda narices!.

Y así con toda nueva tecnología, pasando por distintos formatos, como el DVD, hasta llegar a nuestros días, internet, los de la industria del entretenimiento confiaron más en abogados y políticos que en tecnólogos y profesionales del negocio con espíritu crítico.

Pues tengan en cuenta una cosa. Comunicación es una necesidad básica del universo; o como la misma vida: un imperativo cósmico. Y el ser humano utiliza su inventiva para acercarse a la anhelada aunque artificial telepatía. En el escenario último no tendrán sentido los derechos de autoría y la propiedad intelectual será una utopía. La película que he visto no te la contaré, esto ya pasa, te la tele-transmitiré. Cómo crear y monetizar el nuevo modelo, mucho se ha hecho, pero está por ver.

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